Mario no salió corriendo detrás de ella para devolverle el bolso a caso hecho, ya que así la volvería a ver. Dafne llegó a su casa y se dio cuenta de que no tenia las llaves, ni el bolso. Tocó a la puerta y le abrió su madre, que enseguida comenzó con un bombardeo de preguntas a las que Dafne tuvo que responder con unas cuantas mentirijillas piadosas. En cuanto a lo del bolso, decidió no mencionárselo por ahora. Quizá lo recupere y no quiere preocuparla.
Después de las 4353949845 preguntas, fue al baño y llenó la bañera de agua y se sumergió hasta el cuello, cerró los ojos para relajarse pero lo único que consiguió fue alterarse, ya que empezó a imaginarlo y a tener pensamientos impuros. No le gustaba, solo le atraía. Pero no podía dejar de pensar en ciertas clases de obscenidades.
- ¿Dafne es que te has ahogado? ¡Vamos sal, que ya es hora! -Exclamó Laura, la madre de Dafne, al otro lado de la puerta.
Dafne pegó un pequeño brinco y abrió los ojos, de tanto imaginar no se había dado cuenta de que llevaba ya un buen rato en la bañera. Estaba bastante excitada, pero se levantó y se dispuso a salir y comenzar a secarse.
Mario caminaba por la calle rumbo a casa de Dafne, pero en lugar de llevar el bolso en la mano, llevaba otra cosa. Mientras andaba iba pensando en que iba a contarle a sus amigos para que no se rieran de que había llevado a la chica a su casa y no se la había follado. Porque los chicos son así, con su honor masculino, ante todo. La chica le había parecido guapa, no nada del otro mundo, pero al fin y al cabo, follable. No le gustaba, solo era una más, un polvo más. La llamaría cuando estuviera necesitado, y el resto del tiempo pasaría de ella. Pero eso si, para llevarla a la cama primero tenía que seguir una serie de pasos para conquistarla, porque las mujeres no son tan fáciles de convencer para follar y punto. Así que los chicos, utilizan sus encantos con el fin de acostarse con ellas. El problema es que no saben donde está el límite del conquistamiento para polvo, y a largo plazo puede acabar en enamoramiento. Y eso, eso es un problema. Pero a los chicos eso les da igual. Y a Mario también.
Dafne está en su cuarto pintándose las uñas y Laura abre la puerta, le dice que va a hacer la compra y se marcha. Dafne aprovecha para fumarse un cigarro. Después enciende la tele y comienza a pasar canales, en busca de algo interesante. Al cabo de un rato llaman a la puerta. Dafne se aproxima abrir, y cuando lo hace para su sorpresa descubre que no hay nadie, pero hay una carta en el suelo que reza: - Para Dafne.-
Entra en casa y cierra la puerta, se sienta en el sillón, abre la carta y lee:
Si quieres tu bolso, con todas tus pertenencias tendrás que quedar conmigo.
Dafne le da la vuelta a la hoja y ve anotada una hora y una dirección, después dobla la carta y se la guarda. Dafne sonríe. Va a recuperar el bolso.
– Una mentirijilla menos que contarle a mi madre – piensa
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