- Sabía que me llamarías – le dice Mario.
- Hombre, difícilmente podrías llamarme tu a mí. Tú me has
dejado tu número, pero no tienes el mío.
-
Es cierto, pero sé dónde vives.
Dafne se muerde la
lengua y queda en silencio unos instantes. Es cierto, ella no había caído en
eso. Lo había llamado segura de que era la única forma de comunicarse. Si él
hubiera tenido su número, el orgullo hubiera hecho que ella esperara su llamada.
Él no tenia su número pero si la dirección de su casa. Ahora ella se sentía
estúpida y avergonzada por dar el primer paso. Se enfadó consigo misma y se
mantuvo distante el resto de conversación.
-
¿Te has quedado muda?
-
No, es que estaba pensando.
-
¿En qué? ¿En mi?
-
En lo tonto que eres desde luego que si.
-
Menos insultos, y dime ya porque me has llamado, digo yo
que esta llamada es por algo..
-
Quizá lo era, pero he cambiado de opinión. Dejémoslo en
que solo me apetecía insultarte un poco. Adiós.
Dafne colgó y Mario quedó desconcertado,
repasó todo lo hablado y se dio cuenta de que quizá le había molestado que él
no hubiera hecho nada para ponerse en contacto con ella. Pero es que eso debía
ser así. Él era el hombre, el macho en la relación, y no quería perder el
orgullo dando el primer paso.
Parecía que ninguno quería dar el primer paso
y si lo hacia se arrepentía de ello. Pero no era porque no les importara lo que
estaban sintiendo sino porque les importaba demasiado.
Para Dafne era demasiado importante causar
buena impresión y no parecer una desesperada. Para Mario también era importante
conservar las formas propias de un hombre, teniendo en cuenta de que es el típico
chulillo follador. Pero si querían que aquello saliera adelante tenían que
ceder ambos. Porque si en una relación, ninguno cede, o solo cede uno, la
historia no es que acabe, sino que no empieza.
Dafne cuelga y se sienta en la cama. ¿Qué le
está pasando? Ella odia el amor. Ya le hicieron mucho daño, no quiere abrirle
las puertas hasta que ella decida. Hasta que se sienta preparada. Hasta que le
apetezca.
Pero lo cierto es que Dafne está decidiendo
algo que no está en su mano decidir. Porque ocurre sin quererlo, ocurre cuando
le apetece no a ella, si no al destino.
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