En la mañana de ese mismo día Mario se levantó, y con la mano por fuera de los calzoncillos, frotando la punta de su miembro con sus dedos índice y pulgar, se dirigió al cuarto de baño para evacuar los litros de cerveza tomados la noche anterior que aún yacían en su vejiga.
Después fue a la cocina, se hizo un café y volvió a su cuarto. Una vez allí enchufó la televisión y la play y se echó un Pro. Bueno varios. Los tíos en el Pro suelen jugar varios partidos y hasta que no consiguen meter bastantes goles no se quedan a gusto.
Así que, cuando al fin se cansó de jugar, se duchó y se vistió y bajo a la calle para comprar algo de comida. Vivía en un piso de alquiler bastante económico en el centro de la ciudad. En el centro de Almería, claro. Sus padres le pagaban el alquiler con la condición de que él mientras buscara trabajo. El piso estaba compuesto por dos dormitorios, un cuarto de baño, cocina, comedor y patio (en el que por cierto tenía marihuana plantada, aunque no lo hacía para posteriormente venderla sino para consumo propio y para los colegas). Y el piso ya no tenía más habitaciones. Si tuviera más quizá ya no resultaría tan económico, y menos ahora con la crisis.
Subió al piso, dejó las compras y se echó en la cama. Pensando que era Viernes, y que esa noche saldría de marcha. Pensando a cuantas seria capaz de follarse en la noche. Se le dibujaba una sonrisa estúpida en el rostro imaginando a cuantas seria capaz de llevarse a esa misma cama en la que el se encontraba tumbado ahora. Lo que no se imaginaba es que esa noche, el no dormiría en esa cama. Lo que no se imaginaba es que esa noche, no follaría con ninguna.
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